Marianny Pacheco y Lorena Tasca

De migrante a migrante: Lorena Tasca y Marianny Pacheco

En la primera edición de las entrevistas cruzadas ‘De migrante a migrante’, invitamos a Lorena y Marianny, venezolanas residiendo en Santiago y Buenos Aires respectivamente, para reflexionar sobre las circunstancias de sus salidas del país de origen y los desafíos de la integración en sus nuevas comunidades, a las que contribuyen cada día mediante la innovación social.

La primera conversación ‘De migrante a migrante’ tuvo lugar en marzo entre Lorena Tasca, directora de Comunicaciones y Marketing de 2811, y Marianny Pacheco, coordinadora de Hello World para Ashoka en Latinoamérica. Ambas son venezolanas, pero Lorena migró a Chile y Marianny a Argentina. Desde sus nuevos países, ambas reflexionaron sobre alegrías y desafíos que han vivido como mujeres migrantes.


¿Cuál fue tu primera impresión al llegar a tu nuevo país?


Marianny:

Cuando leí esa pregunta me hizo volver. Tengo seis años viviendo en Argentina, en Buenos Aires, y la verdad es que fue lindo. Migré sola, por decisión, una semana después de mi cumpleaños, pese a que la situación en Venezuela estaba muy difícil.

Pero llegué contenta, fue una impresión de positivismo, pensando “tomé está decisión, vamos para adelante y que esta ciudad tan linda me acompañe”. Si tuviera que resumir, fue una bocanada de aire fresco después de todo lo que estaba pasando allá, a pesar de dejar a la familia.


Lorena:

Todos los 8 de marzo estoy de aniversario con Chile. Llegué hace nueve años y mi primera impresión fue extraña porque ya había estado en Santiago, por Lollapalooza. Antes era periodista de música, pero en modo turista es muy distinto. Vine, en principio, porque me gané una beca para estudiar un magister, y no tenía mucha certeza de si me iba a quedar o no.

Una de las cosas que tenía planeadas era estudiar un magister fuera del país y coincidió con que esos últimos años en Venezuela fueron espantosos, la crisis al máximo, escasez, trabajando en un diario que estaba sufriendo una cantidad de amenazas espantosas, en menos de un año tuve más de cuatro pistolas en la cabeza.

Creo que cada 8 de marzo voy recordando porque me costó. Además, fue llegar a un país donde el movimiento feminista ha sido muy potente hace años: ver la calle movilizada y la ciudad de otra forma fue muy raro, pero porque ya estaba en una situación muy particular.


¿Te sientes acogida por tu ciudad receptora?


Marianny:

La respuesta sin duda es que sí. Soy una gran defensora de Buenos Aires, vivo en Capital Federal, mega centro de la ciudad, y desde que llegué me he sentido muy recibida por la comunidad que he logrado formar. Creo que no es menor, considerando de dónde venimos y lo difícil que fueron los últimos diez años, donde empezó a surgir la ola migratoria fuerte de venezolanos.

Es una ciudad muy bonita, bastante ordenada, colorida, muy diversa en todo sentido de la palabra. Eso me hizo sentir muy parte y ha sido así en todos estos años. He sentido que puedo crear, aportar, reconocer y reconocerme desde ese lugar.

En Venezuela trabajaba en administración pública, y cuando salí fue un poco producto de eso: trabajaba en un gobierno de oposición al gobierno venezolano, así que súper desafiada. Acá he trabajado solo en organizaciones sociales que buscan un impacto social positivo sobre comunidades vulneradas.

Cuando llegué, trabajé en una organización donde teníamos que visitar barrios vulnerables de la ciudad de Buenos Aires. Ahora, con lo que hacemos desde Hola América, conecto mucho más con comunidades de personas migrantes y refugiadas, venezolanos y de otras nacionalidades. Eso me hace sentir parte de Buenos Aires pero también más cerca de nuestro país, y esa conexión es muy linda.


Lorena:

No sé si has visto un meme de venezolanos en Argentina versus venezolanos en Chile, ¿lo has visto?, después te lo paso. Si me hubieran preguntado hace cinco años hubiera dicho ‘amor absoluto e incondicional’, pero los últimos años han sido muy raros.

Santiago en particular ha cambiado mucho, no sé si me atrevería a decir que el santiaguino también. Me he sentido muy privilegiada porque he tomado esta opción, llegar a Chile ha sido una transformación absoluta para mí, por eso los últimos siete años me he dedicado a trabajar en empresas sociales, fundaciones y organizaciones. Ese círculo es muy distinto a otros entornos.

Entonces he visto y tengo amistades que la han pasando mal por temas de xenofobia. Cada vez he visto más comentarios de gente que uno ni conoce, muy desubicados y xenofóbicos. Eso me ha hecho sentir incómoda en el último tiempo.

Pero más allá de eso, he sido muy defensora de Santiago. Los mismos santiaguinos odian Santiago y a mí me parece maravilloso: tiene un transporte público maravilloso, la cordillera después de la lluvia creo que es un espectáculo. Es una ciudad que tiene mucho quehacer cultural, muy viva. Me gusta vivir acá, lo que he logrado y en lo que me he transformado, pero algo ha pasado el último tiempo, esa condición migrante ha hecho bajonearme mucho.


¿Qué mejorarías del proceso migratorio en tu nuevo país?


Marianny:

Me quedé con lo último que dijiste, me llama mucho la atención. Tengo bastantes amigos en Chile que han hecho clic los últimos años. También los flujos migratorios han variado con los años. Los últimos tres años y la pandemia trajeron consigo un desafío adicional a los procesos migratorios, sobre todo para la población venezolana.

El mayor reto del proceso migratorio, que incluso determina la decisión de migrar o no, es cómo te puedes regularizar, qué tan fácil es estar legalmente en el país donde migras y si eso te hace acceder -o no- a derechos.

Argentina está bien posicionada en brindarle derechos a personas migrantes y refugiadas. Hay un sistema integrado que ofrece, en tiempo relativamente corto respecto a otros países de la región, estar regularizado de forma rápida. Pero diferencia según el país de origen y surge un tipo de discriminación.

Los países del Mercosur tenemos facilidades de regularización que no tienen otros países. Acá, primero tienes una residencia temporal de dos años, y con esa residencia cuesta acceder a algunas cosas, como bancarizarte, hay empleos a los que no puedes postular sin DNI o VISA definitiva, hasta que no tengas el documento formal. 

Muchas veces esos procesos tardan un montón. Ahora está más rápido porque ya no hay tantas personas migrando para acá, como cuando llegué en 2018, uno de los años más fuertes. Mejoraría eso: los procesos de regularización y mayor acompañamiento a las personas que migran, de parte de los organismos públicos a cargo.


Lorena:

Creo que en Chile es más o menos similar. El sistema colapsó: el sitio web, el teléfono que tenían para llamar y obtener respuestas del proceso es un dolor de cabeza. Ahora hay un mundillo de abogados migratorios que si les pagas, te ayudan. Y eso es parte de la nueva ley de migración de 2019.

Si quieres apurar tu proceso, puedes optar por un abogado, pero eso termina complicando porque te obliga a pagarle a alguien que ya conoce el sistema para que exija respuestas. Se ha convertido en un mundo extraño donde hay que pagar o hacer algo para obtener respuesta, porque el sistema colapsó. Antes era un proceso muy sencillo.

Creo que Chile está pasando por un proceso de aprendizaje. Como me dice una muy buena amiga chilena, Chile jamás en la vida imaginó que iba a ser un país de acogida para migrantes y refugiados. Es una amiga mayor, tiene más de 50 años y me dice: ‘siempre he visto Chile como un país alejado, súper botado, jamás pensé que llegara gente a migrar, es una locura’.

Lo más común era que chilenos estuvieran saliendo porque había muchas cosas que faltaban en Chile, por eso cuando llegué hace nueve años el proceso era muy sencillo, eran dos o tres papeles y había un tema de discriminación porque si llegas como europeo no te pedían nada. Dentro de los latinoamericanos, antes solo le pedían antecedentes penales a colombianos, dominicanos, bolivianos y peruanos, a mí nunca me pidieron antecedentes penales.

Pero claro, después de estos movimientos migratorios tan importantes, se dieron cuenta que tienen que regular, pedirle a todo el mundo lo mismo, hacer un proceso más robusto. Ahí el sistema colapsó.

Siempre ha habido movimiento migratorio en Chile: argentinos que vienen cuando la cosa está difícil en Argentina, peruanos y bolivianos, eso siempre ha existido, solo que no estaban preparados para tanto.


Marianny: Igual llama la atención las diferencias entre países tan cercanos. Acá hay tradición de migración histórica, muy tradicional. Me dejaste pensando en Latinoamérica que es tan diversa y tiene tantas vueltas.


Lorena: Sí, totalmente. Y con la ley de migración que hicieron en 2019 el tema es que lograron ajustar y mejorar, pero el sistema colapsó. Tengo amistades que tienen dos años esperando una respuesta para optar a la VISA definitiva.


¿Consideras que migrar siendo mujer es una experiencia distinta a la de los hombres?


Marianny:

Sí, sin duda alguna. A cualquier mujer que le pregunte diría que sí. Es una experiencia distinta por todo lo que históricamente hemos sido discriminadas y por el sistema patriarcal que por un lado beneficia fenotipo: hombres con más fuerza que pueden acceder a ciertos tipos de empleos a los que nosotras podemos acceder, y creo que eso nos toca a todas de alguna forma.

Por estar en el sector social creo que no lo he visto tanto, pero sí con amigas cercanas, especialmente en términos laborales: más beneficios o posibilidades de ascenso a roles de dirección vinculados de una forma velada, no dicha. Hay más confianza en el hombre más allá de no tener formación académica o experiencia respecto a mujeres. Creo que la experiencia de inserción laboral es más desafiante para nosotras.


Lorena:

Definitivamente. Para no repetir, hay algo en lo social que siempre me ha llamado mucho la atención. A una le preguntan constantemente si migraste sola y cómo es posible que migraras sola. A mis amigos hombres migrantes no les preguntan lo mismo. Siempre hay un interés en saber si tienes familia con un chileno o migrante, una curiosidad respecto a cómo migró una.

También veo lo que decías del fenotipo, hay preguntas alrededor de eso que pienso, ‘¿por qué a mis amigos hombres no le hacen esas preguntas?’ Del estilo: ‘¿de verdad eres venezolana? No lo pareces porque las venezolanas son así y asá’. No entiendo. En esas cosas sociales, Nany, a veces me desespero demasiado.

Marianny: Me pusiste a pensar en cómo se interceptan desafíos adicionales a la condición de migrante, como migrar siendo mujer, ser migrante mujer de color, ser migrante mujer de color con una discapacidad, hay un montón de capas que es súper fuerte analizar y uno las vive.

Más nosotras las venezolanas que somos tan distintas en cómo nos vemos y hablamos. Hay mucho prejuicio asociado, creo que son una tendencia latinoamericana esas preguntas de ‘¿cómo te ves?, ¿cómo te vistes?, ¿te arreglas o no?’ Es un gran tema.


¿Crees que migrar te ha entregado herramientas? ¿Volverías a migrar?


Marianny:

Sin duda, migrar me ha cambiado como persona para bien. Me ha dado herramientas para ser más resiliente, más consciente de mi potencial, de lo que soy, lo que puedo aportar y me aportan otras personas. Reconozco más mi identidad como venezolana habiendo migrado, cosas sencillas que antes naturalizaba, cómo el café por la mañana, la repita o tener la bandera siempre en algún lugar.

Te pone en un lugar identitario super fuerte positivamente, pero también te ayuda a reconocer al otro mucho más. Es súper potente para cualquier persona, te hace ser disciplinado, determinar herramientas, tener objetivos a corto, mediano y largo plazo, más claridad en lo que quieres y en lo que no. A conocerte mejor a ti y a quienes te rodean.

Para mí ha sido una experiencia impresionante, muy positiva, pero creo que varía si uno lo hizo por decisión u obligación, respecto a quienes te contengan y te acojan en el lugar a donde llegas.

Yo soy una de las que dice en el futuro volver a Venezuela, que en mi caso sería retornar. Me interesaría mucho aportar a la reconstrucción de un país que está muy roto. Migrar a otro país también lo haría. Da muchas herramientas para nutrirte de las otras comunidades donde estás.


Lorena:

Siento que soy otra Lorena, en comparación con esa Lorena que llegó con 26 años a este país. Me impresiona darme cuenta de todo lo que he cambiado, la cantidad de herramientas que tengo, he aprendido un montón y además, de otra cultura.

Una de las cosas que más me ha emocionado en este proceso es entender y conectar más con mi historia familiar porque soy de una familia de migrantes, de una italiana con un libanés que se conocieron en Venezuela.

Unos nonos -abuelos- con una historia super dura, que llegaron con lo que tenían puesto durante la Segunda Guerra Mundial, un papá con grandes temores porque le tocó huir de su país en una de las tantas terribles guerras civiles en El Líbano, por temas religiosos. Mi hermana ha estado moviéndose por el mundo, ahora vive en Taiwán.

Cada hermano de mi papá está en un lugar distinto del mundo: tengo familia en Australia, Chicago, en todos lados. Y creo que para mí, una de las cosas más potentes de este proceso, ha sido conectar muchísimo más con esa historia.

Creo que sí volvería a migrar. Lo que me pasa ahora, no sé si es la edad, pero revisaría muy bien cómo hacerlo. Ni loca llego a un magister sin saber qué hacer, o si me quedo o no. Cuando llegué tenía 500 dólares, para ver qué pasaba.

Volvería a migrar si es una buena oportunidad de crecimiento, aprendizaje y planificado. Los dos primeros años fueron demasiado movidos y locos, viví muchas veces al borde del abismo, entonces estoy entre un sí y un no.

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