hackeando narrativas
Historias de innovadores sociales que están transformando la manera en que hablamos sobre migración.
Si entendemos a las personas migrantes como agentes de cambio que buscan una oportunidad para mejorar su realidad y la de muchas personas, podemos hackear la narrativa. Por ello, reunimos cuatro historias de personas migrantes que transformaron su realidad mediante iniciativas de innovación social.
Manu Mireles
Manu creció en Venezuela, pero se encontró en Argentina. En su nuevo país fundó la Asociación Civil Mocha Celis, que entrega formación educativa y profesional a personas trans, travestis y no binarias. “Es un espacio que abraza, contiene y acompaña”, asegura.
Los orígenes de Manu dan luces de la persona en la que se convertiría: su abuela fue una mujer campesina que aprendió a leer a escondidas y que apenas pudo, migró del campo a la ciudad.
Ya en Caracas, la familia de Manu vivió en un barrio de alta vulnerabilidad y pobreza, por esto, cada navidad su madre se encargaba de juntar juguetes para que a ningún niño del barrio le faltara un regalo.
Ambas mujeres fueron una gran inspiración para Manu cuando se trataba de hacerle frente a la adversidad y de cuidar la comunidad que habitaban. Manu, que es Licenciada y Magíster en Educación, y Doctora en Políticas Públicas, pone en práctica gran parte de su experiencia y conocimientos mediante el activismo trans no binarie.
Mocha Celis tiene programas de empleabilidad, una escuela popular de géneros y un área de acceso a derechos, entre otros proyectos innovadores. Además, han publicado un documental, dos libros, historietas y reportes de acceso gratuito en su sitio web.
Conoce la historia completa de Manu Mireles en el podcast Hackeando Narrativas.
Laura Herrera
La comunicadora social, Laura Herrera, llegó a los 29 años a Argentina desde Colombia. Sus ansias de trabajar en zonas de mayor vulnerabilidad la llevaron a unirse al Servicio Jesuita a Migrantes (SJM), primero en su país natal y luego en su país de llegada.
Durante su etapa universitaria se conectó con la comunicación para el desarrollo social, y se dedicó a realizar sus trabajos prácticos en zonas de alta vulnerabilidad. Luego llegó a SJM y realizó un postgrado en educación y política, motivada por trabajar con niños, niñas y juventudes.
En su nuevo país descubrió todo lo que Colombia representaba en su identidad, por esto, se le hizo más fácil y especial trabajar con familias que migraban desde su mismo país, algunas veces por motivo del conflicto armado.
Mediante la iniciativa Soy Refugio, Laura trabajó con mujeres de muchas partes del mundo, en busca de crear “algo colectivo, en clave de integración local y de generación de ingresos”.
Las mujeres migrantes confeccionan tote bags, tazas, agendas y otros productos que comercializan con la garantía de que en su producción hubo una mujer migrante en busca de su integración e independencia social y económica.
Nengumbi Sukama
Como para muchos de sus compatriotas congoleños, para Nengumbi Sukama la migración fue una cuestión de supervivencia. La dictadura militar de Joseph-Désiré Mobutu ejerció una gran persecución política que afectó a la familia de Nengumbi, pues su padre era político opositor.
Nengumbi estudió economía en la universidad, donde los profesores mostraban cómo el dictador Mobutu arruinaba al país e incitaban a los alumnos a protestar. Nengumbi, viniendo de una familia política, rápidamente escaló como dirigente y activista político en Derechos Humanos.
Su padre, al tanto de que su familia corría peligro y que su hijo ya había sido detenido en tres ocasiones, le aconsejó que saliera del país. “El viejo dijo ‘no te quiero perder’ así que te tienes que ir”. Así, Nengumbi llegó a Argentina en 1995.
Un año después, fundó el Foro de Refugiados en Argentina, para ser interlocutor entre refugiados y solicitantes de asilo ante ACNUR y las autoridades argentinas. Luego, en 2002 desde Inglaterra, fundó la Defensoría de la Minoría víctima del racismo en Argentina, IARPIDI.
Con estas iniciativas, Nengumbi y sus compañeros consiguieron algo muy importante: que se reconozca a nivel gubernamental que existe racismo estructural en Argentina.
“Se sigue diciendo hasta el día de hoy: ‘en Argentina nunca hubo afro’, lo cual son falsedades históricas”, afirma Nengumbi. “Pero hoy, a partir del trabajo que hicimos, generamos un cambio en la percepción y en el hablar de un sector de la clase política y dirigente argentina, sobre todo en las asociaciones de derechos humanos”.
Julieta Casó
Pese a nacer en Venezuela, Julieta Casó, socióloga y psicóloga social, siempre se sintió migrante pues sus padres son argentinos.
Como tenía familia allá, Julieta partió con sus dos hijos pensando que más que migrar, estaba regresando a sus orígenes. Pensó que tenía familia, que no echaría tanto de menos Venezuela y que no le costaría tanto encontrar trabajo. Pero pasó todo lo contrario.
Enfrentó grandes dificultades, pero Julieta se esforzó por conseguir trabajo en lo que estudió, y quiso ayudar desde su experiencia a venezolanos que estaban viviendo lo mismo. Por esto creó la iniciativa Guáramo, para “estar en contacto con mi profesión y aportar algo a Venezuela”. Al proyecto se sumó Liliana Miñán, Licenciada en Trabajo Social que nació en Argentina, migró a Venezuela y volvió a su país natal 20 años después.
Así, desde sus inicios Guáramo ha estado formado por personas de ambos países. El proyecto se unió a la bolsa de empleo de Alianza por Venezuela para analizar el perfil migrante laboral, en una iniciativa llamada “Empléate con Guáramo”.
El propósito de esta y otras innovaciones es cambiar la cultura laboral migrante que postula a trabajos de menor sueldo y condiciones laborales, estando sobre calificados para ellos. “El trabajo no es solo para ganar dinero, es indispensable porque nos tenemos que mantener, pero el trabajo es una forma de desarrollo personal”, dice Casó.