- agosto 25, 2022
- Equipo Hola América
Editorial de Gabriela Carrasco, Directora del programa Hola América
¿En Chile se odia la inmigración o la pobreza? La directora de programa de Hola América y co-directora de 2811, Gabriela Carrasco, se refiere a la crisis migratoria y a cómo se han abordado los desafíos que impone en la región, especialmente en Chile.
En septiembre de 2021, luego de que un grupo radical de antiinmigrantes quemara las pocas pertenencias de ciudadanos venezolanos en Iquique, la Fundación Interpreta –que desde 2017 busca combatir las manifestaciones de odio en redes sociales– develó a través de su proyecto Barómetro de Xenofobia que hasta la fecha se han generado 477 mil publicaciones en internet relacionadas a la migración en Chile, con un peak registrado días después de lo ocurrido en Iquique.
Así lo explicó el director ejecutivo de la fundación, Tomás Lawrence, al diario El Mostrador, donde detalló que la mayoría de estas publicaciones develan, además de xenofobia, una discriminación clasista que sitúa al inmigrante por su situación de pobreza y vulnerabilidad.
Como explica la ingeniera comercial, cientista política y especialista en innovación social, Gabriela Carrasco, en Chile hay una gran fobia a la pobreza que se ve exacerbada cuando llegan inmigrantes de estratos sociales más bajos.
Gabriela Carrasco:
Muchos de ellos llegan con necesidades y arrancando de contextos vulnerables. En vez de ver la oportunidad que hay en la diversidad, vemos en los inmigrantes una amenaza, especialmente en una crisis post pandemia donde muchos han perdido sus trabajos.
Es muy distinto cómo miramos a los alemanes que llegaron al sur de Chile y cómo interactuamos con los venezolanos que llegan al norte. Esa distinción se debe, en gran parte, a que somos un país arribista que mira al norte como si se tratara de algo más cercano.
Pertenecer a la OCDE nos ha hecho creer que somos un país desarrollado, y nos hemos sentido en un puesto diferente con respecto al resto de los países latinoamericanos.
Miramos como un par a alguien que llega de Estados Unidos o Europa, y con superioridad a quien llega de Venezuela. Pero eso no es real, no nos podemos comparar con países desarrollados en casi ningún ámbito si todavía no hemos resuelto problemáticas básicas en educación, vivienda y salud.
En Europa se habla de ‘extracomunitarios’ al hablar sobre africanos. Acá, se trata de extranjero a quien llega del hemisferio norte y como inmigrante al de Centroamérica. ¿De qué manera el uso de cierta terminología va creando una narrativa que supone desde el vamos ciertos prejuicios?
La inmigración ha existido siempre, pero este último tiempo ha aumentado en Latinoamérica y tenemos que hacernos cargo como país y región porque estamos viviendo una crisis migratoria.
Acciones de cambio
Hace cinco años, cuando Chile sobrepasó su límite ecológico, Carrasco co-fundó 2811, una plataforma con sede en Chile, Colombia, Estados Unidos y Alemania, que busca generar soluciones para un futuro más igualitario y sustentable.
Hoy, junto a otras organizaciones como Ashoka, lideran la implementación de Hola América, un programa previamente realizado en Europa y cuya versión latinoamericana busca cambiar los relatos que existen en torno a la migración, para articular un ecosistema de países de acogida que aprovechen su valor.
Entrevista a Gabriela Carrasco
¿Cómo hacemos para convertirnos en países de acogida y no de exclusión?
Desde Hola América proponemos desarrollar un ecosistema de innovación social. A través de eso podemos crear ambientes seguros y fomentar soluciones para que los migrantes tengan mejores oportunidades de empleo, acceso a salud y educación y que haya más inclusión.
Por eso identificamos las iniciativas que se están haciendo cargo de eso y las apoyamos en sus desarrollos, las capacitamos y creamos redes de apoyo a las comunidades. Nos metemos en política pública, hablamos con el sector privado y pensamos en soluciones en conjunto.
Tiene que ser un esfuerzo desde varios flancos, así se puede construir un país acogedor que aproveche las oportunidades que se generan. Si bien hay disposición, hay mucho por hacer y transitar desde el sector privado.
¿Y a nivel público?
Hay interés y es un tema. Pero el gobierno de hoy ya no tiene cancha para operar, y ha tenido reacciones dispares. Lo que se necesita es una acción multisectorial, desde el gobierno y también desde la sociedad civil y empresas.
En un mundo en el que se habla del derecho a desplazarse, ¿existe realmente ese derecho?
Las poblaciones tienen derecho a moverse y esa posibilidad debe estar garantizada, pero no lo está. En un momentos de crisis se genera una contra respuesta y se busca un enemigo en común en el cual depositar toda la responsabilidad de la pérdida de empleo y la inflación.
Eso genera un discurso nacionalista y consigue que se exacerben las sensaciones patriotas a modo de solución. Eso da paso, a su vez, a estas instancias discriminatorias y de xenofobia como la de Iquique.
Es lo contrario a lo nosotros queremos decir: que toda persona que llega es un posible agente de cambio y valioso de por sí. Hay grandes oportunidades en la diversidad, se trata de nuevas percepciones y maneras de ver las cosas. Eso siempre es beneficioso.
Pero claro, la sensación sigue siendo de amenaza, y sumando que no hay políticas públicas ni educación al respecto, se crea un relato en que el inmigrante, más que un aporte, es una persona vulnerada.
¿Cuáles son los desafíos pendientes en Chile?
Nos hemos dado cuenta que si bien en Chile hay sectores más desarrollados, como la generación de empleos y la inclusión económica del inmigrante, no hay acceso a bienestar y salud, y además hay una gran carencia en cuanto a xenofobia y discriminación.
El Barómetro de la Xenofobia la visibiliza, pero no existen programas que la disminuyan. En Colombia, por ejemplo, se habla del migrante emprendedor y se lo ve como un agente de cambio. Acá los excluimos o pensamos en cómo ayudarlos, más que verlos como pares.
Eso solo cambia con un esfuerzo conjunto; hay que cambiar la forma en que se aborda la inmigración a nivel discursivo (en Argentina hay iniciativas que instruyen a los medios de comunicación en esta temática) desde políticas públicas concretas.
El discurso se materializa en acciones.
El discurso fija cómo las personas ven y escuchan, puede ser muy peligroso y por eso los discursos polarizadores se transforman en odio, racismo y acciones discriminatorias.
Somos todos responsables y juntos tenemos que crear un relato colectivo propositivo que aborde la inmigración desde la oportunidad y desde el entendimiento en las diferencias para que eso se manifieste en acciones, como que las empresas contraten a más personas migrantes o que se armen programas para la educación básica.
¿En Chile se odia la inmigración o la pobreza?
Siempre ha existido una gran aporofobia que aumenta con las olas migratorias. De ahí que miramos de una forma a los del norte y de otra a los de nuestra propia región, que tienen necesidades y buscan oportunidades.
Es curioso que nos hayamos creído el cuento de ser realmente un país desarrollado. No lo somos, sobre todo por la desigualdad que existe en este país, que es justamente la que da paso a esta aporofobia, al clasismo, y que condiciona cómo se ve a las comunidades migrantes.
Además, este es un país que incluso a nivel de urbanismo está hecho para que no nos mezclemos y más bien estemos totalmente segmentados; las comunidades están totalmente divididas, los ricos no tiene por qué ver la pobreza en su día a día si es que no lo quieren y los indígenas están relegados a una parte específica.
Todo está hecho para que no tengamos que interactuar unos con otros. Es una división sectorial que hace que veamos en la tele que llegaron personas diferentes y nos asustemos.
Esa sensación aumenta en momentos de incertidumbre.
Si a eso le sumamos la crisis económica post pandemia, donde todos hemos sido más o menos afectados, se han perdido trabajos y hay inflación, es tierra fértil para mayor nacionalismo y una sensación de encierro que luego es recogida por ciertas candidaturas, como la de Trump en Estados Unidos.
Lo que muchas veces no vemos es que todo migrante es un potencial emprendedor, porque al migrar se ve obligado a poner en práctica habilidades para reinventarse, tales como la resiliencia y la perseverancia. Son personas que buscan de manera activa tener un mejor porvenir. Esa es la retórica que hay que reforzar.